Vivo en el país de los olvidados


Desde hace un tiempo vivo en el país de los olvidados, pero no por voluntad, todos me acompañaron, estuvieron conmigo, pero poco a poco y sin casi darme cuenta se fueron yendo y me dejaron allí sola. Es curioso porque parecía lo contrario, esta vez parecía que iba a estar acompañada que no iba a escalar la pared sola, pero no, se mantuvieron durante el tiempo de duelo, el del ánimo, el de la preparación, el de las arengas y después se fueron.  No los culpo, quizás yo di una impresión diferente, ¿qué dije o hice qué los alejó?... Por más que les doy vueltas no entiendo que fue, en qué me equivoqué, quizás se hubieran ido de todas formas quizás se cansaron de mi, no sé.

Ahora estoy en la primera grieta, sola, el sitio es pequeño, incómodo, angustioso, no tiene color y apenas me puedo mover. De vez en cuando alguno sube y me dice que está abajo que no me preocupe, que si caigo me recogen de nuevo, y eso se supone que me tiene que animar.
En este lugar solo me hace compañía "la loca de la casa", la que le da vueltas a todo, la que no está contenta con nada, la que se enfada con quienes la han dejado sola, la que grita mientras yo cayó, la que llora en silencio y no deja de mirar hacia abajo y que cada vez está más resignada y también más callada.
Alguna vez también miro hacia arriba pero solo veo la pared que me espera, la espesura de las nubes no me dejan ver más allá, no soy capaz de distinguir la cima.

Se me está acabando el agua y la comida, pero no importa, cada vez tengo menos hambre y menos sed.
No me siento capaz de seguir tan sola aquí arriba, ¿para qué?, de hecho no creo que pueda subir más, ya no confío en mantenerme cuerda por más tiempo. No recuerdo cuando me dejó la razón, sé que me abandonó, ya no la oigo, en su lugar solo hay silencio y algún reproche que de vez en cuando se da a conocer haciendo aún más penosa mi estancia en este lugar.

Sé que fui yo la que decidió subir, lanzarme a la aventura, apostar fuerte por vivir como yo quería, pero nunca sospeche que podría sentirme tan sola, que me había vuelto a equivocar. ¡Pero, si ésta vez les hice caso!, ¡lo hice bien! ¡me dijeron que era lo mejor!, ¡qué iban a estar siempre ahí!..., y yo me confié, pensé que ya nunca más iba a sentirme sola, pero no fue así, aún sin haberme recuperado, sin saber muy bien hacia donde virarme, por donde seguir, se fueron, se fueron con una sonrisa en los labios, con una palmadita en el hombro y nuevamente me dejaron con un puñado de dudas en las manos sin resolver.
Ellos dicen que están ahí. Alguna vez, cuando se acuerdan, me mandan recaditos en papeles que vuelan hasta donde estoy yo, a penas los puedo recoger.
Yo les hablo, les llamo, lanzo mis papelitos hacia abajo atados en alguna piedrita que encuentro y vigilo para asegurarme que llegan a su destino, pero ha de ser que caen en vacío porque siguen sin contestar ¡qué mala puntería la mía, tengo que mejorarla¡. Insisto una y otra vez, mando mensajes, seguidos, casi a diario, pero por más que lo intento no hay respuesta y me quedo sola con la mirada perdida sin saber que hacer.

Seguro que es cosa mía, soy yo, de nuevo me equivoqué.

16/08/2014

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